Acoso Laboral, un manejo irresponsable

. viernes, 23 de febrero de 2007

Atardecer. Fuente: Alexandra Millán

Con cuanta frecuencia observamos hoy en día el acoso moral en el lugar de trabajo, son innumerables las veces que nos cuentan cuan maltratadas psicológicamente pueden ser las personas dentro de las empresas, pocas de ellas lo denuncian, las causas, normalmente miedo a sufrir despido de sus puestos de trabajo o el rechazo del grupo.
A este fenómeno, no tan moderno, se le ha llamado Mobbing, identificado en la década de los noventas por el profesor de alemán, Heinz Leymann - doctor en Psicología del Trabajo y profesor de la Universidad de Estocolmo – que definió este término durante un Congreso sobre Higiene y Seguridad en el Trabajo en el año 1990:
Situación en la que una persona ejerce una violencia psicológica extrema, de forma sistemática y recurrente y durante un tiempo prolongado sobre otra persona o personas en el lugar de trabajo con la finalidad de destruir las redes de comunicación de la víctima o víctimas, destruir su reputación, perturbar el ejercicio de sus labores y lograr que finalmente esa persona o personas acaben abandonando el lugar de trabajo".

El inicio del acoso suele empezar de forma anodina, como un cambio repentino de una relación que hasta el momento se consideraba neutral o positiva. Suele coincidir con algún momento de tensión en la empresa como modificaciones organizativas, tecnológicas o políticas. La persona que sufre el mobbing comienza a ser criticada por la forma de realizar su trabajo, que por otro lado, hasta el momento era bien visto. Al principio, las personas acosadas no quieren sentirse ofendidas y no se toman en serio las indirectas o vejaciones. No obstante, la situación resulta extraña para la víctima porque no entiende lo que está pasando y tiene dificultad para organizar conceptualmente su defensa.
La Figura Agresora: el principal problema que presenta el mobbing es cómo detectar a quién agrede, ya que la imagen que proyecta hacia el exterior es bastante positiva. Generalmente no es consciente del daño psicológico que puede ejercer y no conoce el significado del término equidad.
Lo que parece que desencadena su agresividad y toda la serie de conductas de acoso es la envidia por los éxitos y los méritos de los demás, entendida esta envidia, como un sentimiento de codicia, de irritación rencorosa, que se desencadena a través de la visión de felicidad y de las ventajas del prójimo.

La Víctima: con carácter general los mobbers (quién agrede) no se centran en sujetos serviciales y disciplinados, cualquiera puede ser “La Víctima”, quién agrede no necesariamente selecciona a quién es más débil, así que todo el mundo puede caer en cualquier momento.
Contrariamente a lo que se piensa (socialmente), en los casos de mobbing, quién padece la enfermedad no es la víctima, sino quién agrede: psicópata social, en mayor o menor grado (según el mal que haga).

Las consecuencias de esta situación no sólo afectan al individuo, sino que la tendencia al aislamiento que experimenta, la falta de comunicación y la conflictividad repercute también en su entorno familiar y social. El rendimiento laboral se resiente y la interrelación con los compañeros y compañeras empeora. El mobbing no tiene las mismas consecuencias ni provoca las mismas reacciones en todas las personas, debido fundamentalmente a que las diferencias entre las habilidades, capacidades y recursos de afrontamiento entre ellas pueden ser muy distintos; no obstante, sus consecuencias son devastadoras en la mayor parte de los casos. Pero las empresas también sufren, disminuye la productividad, aumenta el número de horas perdidas por efecto de permisos médicos, además y como consecuencia del absentismo, aumenta la rotación y con ella las necesidades de formación de las nuevas incorporaciones a lo que hay que sumar el coste del tiempo de adaptación necesario al nuevo puesto de trabajo. Afecta negativamente la imagen y la credibilidad social.

En cualquier caso la mayor o menor importancia de los costes económicos de la violencia en los lugares de trabajo no debe suponer en ningún caso afrontar el problema únicamente en términos de beneficios o pérdidas económicas para la organización, sino que el criterio fundamental debe estar basado en términos de salud de las personas.

1 comentarios:

F. Xavier Agulló dijo...

El primer paso en la 'abolición' del acoso en el trabajo pasa por el reconocimiento de dicha enfermedad social. Son pocas las empresas que asumen que en su seno puede existir mobbing en alguna de sus formas. Es como aquella persona que tiene una enfermedad psicológica (es decir, la mayoría de la población mundial en mayor o menor grado), y no asume que puede tenerla pues aceptarla sería en sí mismo más traumático. La respuesta del empresariado, de la clase dirigente ante el planteamiento de posibles situaciones de mobbing, es que "¿En mi empresa? Por supuesto que no".

¿Cómo actuar ante tal negación?